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Pertenencia

noviembre 15, 2010

En Cinema Paradiso, Alfredo le cuenta a Toto la historia del Soldado y la Princesa:

La Historia cuenta que un Rey hizo una fiesta a la que asistió la Princesa. Un soldado que estaba por allí se quedó enamorado de ella y un día le dice que no podría vivir sin su amor. La Princesa, conmovida, le propone que le espere 100 días y 100 noches al pie de su balcón. Y el soldado así lo hizo: un día, dos, diez… 90 días… los pájaros le cagaban la cabeza, las abejas se lo comían vivo, estaba pálido, seco, sin fuerzas. A la noche 99, el soldado tomó su silla y se fue.

Es una historia con un final inexplicable (bueno, con el tiempo, Toto se lo explicará al propio Alfredo).

Sucede que nosotros podemos adueñarnos del mundo. Tener propiedades. Pero no personas: Nadie es dueño de nadie. Y a la vez usamos adjetivos de pertenencia para con otros seres humanos: mi mamá, mi amiga, mi alumno…

No es que yo sea dueño de mis alumnos; ellos son libres como yo y a la vez hay una relación de reciprocidad, de pertenencia sin propiedad (juntos pertenecemos a un grupo como dos esposos pertenece a una nueva familia)

Pienso que con las ideas (ciencias y artes) sucede lo mismo. Poseer un libro no quiere decir poseer sus ideas (Para eso, hay que leerlo) Pero una vez leído, ¿Quién me quita las ideas? ¿Cómo confiscarme la música que silbo? Las relaciones entre las personas y los contenidos, me parece, se asemejan más a las relaciones entre personas que a las relaciones de propiedad que se ejercen con los bienes materiales.

El soldado de Cinema Paradiso supo que la Princesa no le podía corresponder a su cariño. Tampoco podía sostenerle la promesa de ser suya por el resto de la vida. Por eso se fue. Quizá las ideas, cuando se comparten, son como esas Princesas. Ya no son nuestras (aunque nos den el crédito) porque nada impide que otro las piense, o las cante o las reproduzca en su imaginación. Y parece que es bueno que así sea